¡Qué grandes noticias nos trae el pensamiento de hoy!

Nos habla de desarrollar nuestro Principio divino.

Cada vez que trabajamos desde la verdad y la honestidad, que damos y que nos damos, que trascendemos las limitaciones y pequeñeces de la personalidad para situarnos en las regiones del alma, ese principio se activa.

Por eso no todo está perdido, y frente a lo que parece ser un mundo sin propósito, hay esperanza.

Esperanza en el plano individual, pues ese contacto depende de cada uno, y cuando  ese encuentro se produce el aire ya es más dulce para siempre.

Esperanza en el plano colectivo, porque aunque la traición, la mentira y la guerra sigan estando presentes a gran escala en la tierra, el cambio de consciencia afecta a cientos de millones de personas, y cada ser consciente aporta una función clorofílica.

El ser humano, nos dice Aïvanhov, tiene  una predestinación.

Es tiempo de ir a su encuentro recordando los más bellos ideales.

Cuántas personas llamadas civilizadas se contentan con una vida que no es muy diferente a la de los animales: alimentarse, dormir, cobijarse, reproducirse. Están al servicio de sus necesidades físicas y, para satisfacerlas, ponen en marcha todas las facultades que el Creador les ha dado. Algunos más evolucionados, se ponen al servicio del arte, de la ciencia, de la filosofía… Pero si piensan que no hay nada más arriba, se equivocan.

La predestinación del ser humano no se acaba con ser artista, filósofo o sabio. La predestinación del ser humano, es la de desarrollar facultades todavía más superiores que le pondrán en contacto con el Principio divino en él. Cuando llegue a establecer este contacto, el Principio divino penetrará sus facultades físicas, psíquicas y espirituales, y se convertirá verdaderamente en un creador.

Omraam Mikhäel Aïvanhov (1900-86),  “Pensamientos cotidianos”, Editorial Prosveta. Imagen: Pinki, niña residente de Anand Bhavan, programa Colores de Cacuta, Howrah, 3 febrero 2012, foto de Jaime Blanco