Traemos hoy esta bella imagen de Thich Nhat Hahn para hablar de la meditación.

La meditación como camino para la unión de la que tanto hablamos aquí.

Son dos uniones: la primera, con el alma. Responde a la pregunta “quién soy yo”.


La segunda, con el alma suprema. Responde a la pregunta “a quién pertenezco, de qué soy parte”.

Cuando se vive en la consciencia del alma, ya no hay muerte ni decadencia. Solo hay etapas de reconquista en el largo camino de regreso a casa.

«Armonía»… Impregnaos de esta palabra, hoy nos dice Aïvanhov.

«A aquél que desea practicar la meditación se le explica que primero debe hacer el silencio en sí mismo. Cierra pues los ojos para concentrarse… Pero ¿qué es lo que sucede a menudo? Todas sus preocupaciones, sus inquietudes, sus animosidades, remontan inmediatamente a la superficie, y pronto le resulta imposible permanecer inmóvil y conservar la postura correcta. Así pues, aquél que empieza a practicar la meditación debe saber de antemano que se trata de un ejercicio difícil que exige una gran disciplina. En efecto, este silencio interior que trata de obtener, es el resultado de una concordancia entre los tres planos físico, astral y mental; y esta concordancia, sólo puede realizarla empezando por disciplinar su cuerpo físico, su corazón y su intelecto a fin de introducir en ellos la armonía.

«Armonía»… Impregnaos de esta palabra, porque es la llave que abre las puertas de la región del silencio: armonía en el plano físico, armonía en el plano astral (los sentimientos), armonía en el plano mental (los pensamientos), y también armonía entre estos tres planos. El silencio que entonces consigáis crear dentro de vosotros, irá acompañado de una sensación de alivio, de liberación: se os quitará un peso de encima, se disiparán los obstáculos y vuestra alma, escapándose de su prisión, se desplegará libremente en el espacio.»

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta