«El mundo mineral se caracteriza por su inmovilidad. Los árboles crecen, pero permanecen atados al suelo. Los animales se desplazan y algunos tienen la posibilidad de ejecutar una gran variedad de movimientos; pero estos movimientos están dictados por el instinto. Sólo el ser humano, debido a que posee la conciencia, es capaz de controlar sus movimientos y de darles también un sentido. Es de esta forma que cada gesto que hacemos, cada palabra que pronunciamos puede tener un impacto en el plano espiritual.

A menudo, concentrarse, meditar, rezar no es suficiente: para despertar los poderes del espíritu, necesitamos un punto de partida en el plano físico. Y este punto de partida puede ser el gesto, la palabra. El gesto y la palabra siempre tienen un poder mágico: a través de ellos, desencadenamos en el mundo invisible corrientes que contribuyen a la realización en la materia”.

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86), Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen: campos de lavanda en Brihuega (Guadalajara), 24 julio 2016 (cortesía de Olga Tamames)