Hoy se nos dice que nada desaparece y que nada se pierde.
Por eso los buenos pensamientos son ondas benéficas que siempre llegan a su destino, por caminos sutiles que no siempre comprendemos desde la razón.
Y también las buenas acciones se expanden como ondas, llegando mucho más allá de lo aparente.
Por eso desde donde estemos siempre podemos generar esas ondas benéficas, desde el pensamiento, la palabra y la acción.
Nuestro trabajo con el pensamiento puede ser elevado y contribuir mucho más de lo que creemos. Y por eso la calidad de nuestro pensamiento es también un ejercicio de responsabilidad.
En vez de contaminar, podemos regenerar.
En la mayor actividad y en el mayor silencio, podemos siempre estar emitiendo ondas benéficas. Es nuestra responsabilidad, pero sobre todo es nuestro gran privilegio.
Algunos le llaman trabajar con el Padre.
Todo lo que existe en el universo está atravesado por las corrientes de la vida cósmica; cada ser, cada objeto conserva sus huellas, y estas huellas pueden ser recuperadas. Del mismo modo, los pensamientos, los sentimientos, los actos de los humanos, sus aspiraciones, sus anhelos, sus proyectos y sus oraciones se alejan de ellos para partir en todas las direcciones; nada desaparece.
Y no sólo todo se propaga, sino que todo queda registrado y, en un momento u otro, puede ser recuperado. La vida que circula a través del espacio puede ser captada en cualquier lugar del universo. Si nosotros no lo logramos, es debido a que no poseemos los aparatos físicos o psíquicos apropiados; pero la realidad es ésta: las ondas producidas por nuestros pensamientos, nuestros sentimientos y nuestros actos se propagan y debemos tener cuidado para procurar que nuestros pensamientos, nuestros sentimientos y nuestros actos sólo produzcan ondas benéficas.
Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). Pensamientos cotidianos. Su obra está publicada en España por la Asociación Prosveta Española- www.prosveta.es. Foto: Pintura de Nicholas Roerich: Karakoram. Path to Turkestan (1936)