El mundo está lleno de dolor.
Se calcula que cada día mueren 160.000 personas en la tierra.
Muchos seres sienten cada día así el desgarro de perder a alguien.
{jcomments on}Junto a ese dolor, ponemos sal en la herida con el trato que nos damos unos a otros.
Hay dos formas efectivas de luchar contra ese dolor.
La primera es amar al prójimo y a la vida: la fuerza sanadora que ese amor desencadenaría en nuestro interior y en las relaciones con los demás es poderosísima. Son las flechas a las que se refiere el pensamiento.
La segunda es ser conscientes de nuestra naturaleza inmortal, estando en contacto con nuestra alma y con el ser supremo.
Ayer, en la meditación grupal, mandamos un pensamiento a esa madre que ha perdido a un hijo, que representa a todo ese dolor del mundo.
El ser supremo nos da la mano para decirnos que hay un camino iluminado.
“A cada instante, alguien en algún lugar está pasando por un infortunio terrible. No olvidemos a los que están pereciendo; enviémosles pensamientos de ayuda. Quizá la gente no sea consciente de que siempre están produciéndose aflicciones, sin fin. En la Fraternidad éstas son conocidas, y flechas benévolas son enviadas. Incluso si no puedes determinar con exactitud el lugar de su destino, aún así proyecta tu pensamiento benéfico al espacio. Encontrará el rumbo correcto y Nuestra Ayuda se le unirá magnéticamente. Cuando los pensamientos de salvación acuden volando desde los diversos lugares del mundo, se descubre la Belleza ––en esto cada uno emulará a la Fraternidad”.
535- Brotherhood (Fraternidad), 1937, Agni Yoga Society, Nueva York. Imagen: Pintura de Nicholas Roerich, “En-no-Gyoja, the Friend of the Travelers”, 1925