Aïvanhov nos da hoy claves ocultas, poderosísimas.

Nos invita a ser focos de luz, a convertirnos en soles.

Nos invita a vivir en tal libertad que nada ni nadie podrán impedir que irradiemos amor por todos los seres sintientes.

Nos llama a emanciparnos de la vida prosaica, mercantilista, oscura, de la vida de la acción-reacción, de esa vida que llamamos vida pero que no es vida.

Nos dice: es tiempo de quitarse las baratijas y de pensar en otro destino; es tiempo de convocar el alma, de reconocerse.

Nos dice: es tiempo de ser valiente y de no engañarse más.

Nos dice: estoy contigo, puedes apoyarte en mi.

Nos dice: caminemos juntos.

¿Por qué contemplamos la salida del sol? ¿Por qué nos concentramos en él? Para aprender a movilizar todos nuestros pensamientos, todos nuestros deseos, todas nuestras energías, y orientarlos hacia la realización del más alto ideal. Aquél que trabaja para unificar la multitud de fuerzas caóticas que tiran de él en todos los sentidos para lanzarlas en una dirección única, luminosa, salvadora, se convierte en un foco de luz tan poderoso, que su presencia, como el sol, es capaz de irradiar a través del espacio. El hombre que logra dominar las tendencias de su naturaleza inferior, puede extender sus beneficios sobre toda la humanidad y se convierte en un sol. Vive en tal libertad, que amplia el campo de su conciencia a todo el género humano al que envía la superabundancia de luz y de amor que brotan de él.

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). Pensamientos cotidianos (http://www.prosveta.es)