Durante el día nuestra mente vaga por muchos lugares.

Muchos de ellos son inhóspitos y crean en nosotros negativos estados de ánimo: ira, enfado, tristeza, ofuscación, odio…

La mente, lo sabemos bien, puede ser redirigida a cada instante.

Hoy Aïvanhov nos habla del soplo divino, y nos invita a ser dueños de nuestra mente para enviar luz y amor a la humanidad, a la vida.

Así, muchos momentos al día, en vez de pensar en conflictos, dificultades o banalidades, podemos reenfocar el pensamiento para convertirlo en fuente sanadora y curativa.

Seríamos así emisores de vida, de armonía, de luz, uniéndonos al soplo divino.

«Pensáis que es imposible aportar la luz y la paz a todos los humanos de la tierra, ¡son tan numerosos! Si presentáis la cuestión de esta manera, tenéis razón, desde luego. Pero cuando se conocen ciertos métodos, esto es posible.

Intentad, por ejemplo, de imaginar a la humanidad como un solo ser. Sí, imaginad al mundo entero como un ser que está ahí, cerca de vosotros, y que le tendéis la mano dándole mucho amor… Las pequeñas partículas que se escapan entonces de vuestra alma, se van en todas direcciones por el espacio y se derraman sobre todos los humanos, inspirándoles pensamientos y sentimientos más generosos, más fraternales. Lo que hacéis para este ser que os imagináis, va a llegar, de esta manera, a los hombres y a las mujeres de toda la tierra. Si fuésemos cientos, miles haciendo este ejercicio, un soplo nuevo, un soplo divino pasaría a través de todas las criaturas y, un día, ellas también se sentirían transportadas por un ideal de luz y de paz.»

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). Pensamientos cotidianos. Editorial Prosveta. Imagen: niños en el colegio en la provincia de Quang Tri, Vietnam, 1 de octubre de 2014 (Jorge Tamames)