«El cosmos obedece a la ley del ritmo. Todo es ritmo en el universo, y el ser humano mismo pertenece a este gran ritmo cósmico. De manera evidente o imperceptible, cada una de sus funciones biológicas como de sus funciones psíquicas, es regida por las leyes del ritmo. Y según su manera de vivir, según sus pensamientos, sus sentimientos o sus actos, entra más o menos en armonía con el ritmo universal.
Desde el principio de los tiempos, la música, la danza, fueron tentativas hechas por los humanos para volver a encontrar este ritmo universal y para mantenerse en él. Por eso, en un cierto momento de la historia, todas las culturas han atribuido a la música y a la danza un origen divino.»
Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86), Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen: Paisaje de Nueva Zelanda, noviembre 2015 (Kora Trek)