La puesta en práctica del pensamiento de hoy sería revolucionaria para la humanidad.

Mirar adentro, a la esencia, a la naturaleza verdadera del ser con el que nos encontramos.

En vez de quedarnos en la superficie, mirando al otro como un extraño. En el mejor de los casos, sin interés; normalmente, para sacar un provecho.

Cuando se mira a la esencia, cuado se intenta frecuentar esa esencia, aparece entonces lo sagrado: el hombre transforma su pensamiento y su forma de estar en el mundo.

Se refiere hoy Aïvanhov a los hombres como “receptáculos de la Divinidad”.

Si miramos el alma y el espíritu jamás nos equivocaremos y es entonces cuando esa Divinidad latente tendrá la oportunidad de despertar.

Tristemente, negamos a diario esa posibilidad. Pero los que están despiertos ya han descubierto esa magia.

Aprended a considerar a los hombres y a las mujeres con un sentimiento sagrado, y detrás de su apariencia, detrás de la forma de su cuerpo o de su rostro, descubriréis su alma y su espíritu que son hijo e hija de Dios. Si sabéis fijaros en su alma y su espíritu, todas las criaturas que habéis descuidado, abandonado, despreciado, os aparecerán como extremadamente valiosas. El Cielo mismo, que las ha enviado a la tierra bajo todos estos disfraces, las considera como tesoros, como receptáculos de la Divinidad. Así que, en todas las personas con las que os encontréis, en vez de considerar tanto la apariencia física, la fortuna, la situación, la instrucción, mirad el alma y el espíritu porque, si no, nunca conoceréis lo esencial. Decíos que, incluso que aquellos que deambulan como mendigos o vagabundos, son príncipes y princesas a los ojos de Dios que los ha creado.

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). Pensamientos cotidianos. Ediciones Prosveta. Foto: mano buscando el calor en el refugio de la montaña, mayo 2010