Hoy se nos habla de la sonrisa y de la mirada llena de amor y de bondad.
Se nos dice que son como una luz, como un regalo.
Hay mucha curación para el que las da y también para el que las recibe.
Son medicina para un mundo necesitado de calor humano y de compasión.
La naturaleza también nos sonríe. El sol después del frío nos conforta.
Estas amapolas de hace unos días quizás nos dicen algo.
También se nos habla de la sonrisa de Dios, que nos busca.
Porque en medio de la tormenta en la que vivimos hay una quietud.
«Es extraordinario ver cómo una sonrisa puede transformar las caras inexpresivas, o incluso ingratas. Porque una buena sonrisa va acompañada de una buena mirada, y esta mirada llena de amor, de bondad, proyecta una luz tal que los rasgos de la cara parecen fundirse con ella: sólo se ve esta luz. ¡Y qué gozo, que consuelo puede aportarnos también esta sonrisa! Es como un regalo que no nos esperábamos. ¡Y la sonrisa del sol cuando emerge de las nubes para envolvernos con su luz!…
Pero la más bella, la más deseada, la sonrisa a la que aspira toda nuestra alma, es la que Dios nos da tras los sufrimientos a los que creímos no poder sobrevivir. En cuanto esta sonrisa aparece, la oscuridad, la angustia, el miedo, las imágenes amenazadoras se esfuman, todo se ilumina y se armoniza. Esta sonrisa vale más que todas las riquezas y todos los demás gozos de la tierra. Ninguna violencia puede conquistarla, sino solamente el amor, la esperanza y la fe. A menudo hay que esperar mucho tiempo para merecer una sonrisa así. Es la mayor de las recompensas.»
Omraam Mikhäel Aïvanhov, “Pensamientos cotidianos”, Editorial Prosveta. Imagen: el campo en Urueña (Valladolid), 25 abril 2015 (Sai Ruiz)