Se nos invita a crear focos de luz.

Primero nosotros, como faros. Después allá donde estemos, en una concentración mayor de luz.

Una tienda de libros, una pescadería, una farmacia, una gasolinera, una fábrica, una oficina bancaria… Todos ellos pueden ser focos de luz cuando dentro reina la armonía y el limpio propósito.


También podría serlo un parlamento o un pleno, si las personas que lo integran fuesen educadas, respetuosas, veraces. Lamentablemente con frecuencia estas personas eligen el griterío, la agresión, el insulto.

Eligen la ignorancia en vez de la sabiduría. Es una pobre elección.

Los focos de luz distribuyen alimento espiritual y alegría al mundo: cumplen una función sagrada.

Son piedra filosofal que transmuta el conflicto y el odio por cooperación y por amor.

Los focos de luz efectúan la unión entre la tierra y el Cielo.

Se nos invita…

«En todas partes del mundo hace falta crear focos de luz con el fin de que efectúen la unión entre la tierra y el Cielo. Estos son canales vivos por los que descienden las bendiciones divinas para todos los seres humanos. Felizmente, ya existen tales focos, porque sin ellos la tierra sería presa de todas las fuerzas oscuras y destructoras. Si verdaderamente queréis ayudar a vuestra familia, a vuestro país y al mundo entero, debéis hacer todo lo posible para crear estos centros de luz mediante los cuales la tierra entra en contacto con el Cielo. Formar tales centros es la tarea más gloriosa que podáis emprender: hacer que todas las almas humanas saquen provecho de vuestros esfuerzos, con el fin de que gracias a vuestro trabajo reciban el alimento espiritual y la alegría.»

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen: amanecer en Laredo, 27 junio 2013 (Tinuca Revolvo){jcomments on}