Hoy nos habla Aïvanhov de la actitud del sabio, que fija su atención en el bien.

Es bien conocido que en el intercambio con las personas podemos extraer lo mejor pero también lo peor.

El sabio busca aflorar lo mejor de la persona, sus atributos más elevados.

Pero en la vida cotidiana nos agredimos unos a otros y lejos de vivir lo más elevado, mostramos lo más mezquino.

Por eso el pensamiento de hoy de fijar nuestra atención preferentemente en el bien, para hacerlo crecer primero en nosotros, luego en los demás.

Hay una actitud que atrae a las fuerzas del bien, que reconfortan, vivifican, dan luz.

La corriente nos lleva hacia el lado negativo de todo, al enfado permanente.

Pero los sabios que salen de la corriente fijan su atención en el bien, sin desfallecer nunca.

El espíritu crítico es ciertamente una cualidad, pero sería deseable que algunas personas aprendieran a medir el alcance de los daños ocasionados por esta costumbre que tienen de resaltar constantemente el lado negativo de los seres y de las cosas. ¡Cuántas amistades y relaciones se rompen a causa de esta tendencia!  Cada vez más la gente sólo se observa para descubrir sus defectos, sólo ven en el mundo lo que no funciona, enfatizan y hacen comentarios únicamente de los fracasos y de las catástrofes. Contrariamente a lo que creen algunos, ésta no es la actitud del sabio.

Evidentemente, el sabio no está ciego, ve el mal, no se deja engañar, pero considera que lo esencial en la vida y en los seres es el bien. Sabe pues que el mal está ahí, pero no se ocupa mucho de él. Fija su atención principalmente en el bien, y con esta actitud atrae las fuerzas del bien y las hace crecer en sí mismo, en los demás y en el mundo.

Omraam Mikhäel Aïvanhov,  “Pensamientos cotidianos”, Editorial Prosveta. Imagen: Coro del orfanato de Uganda, Colegio Calasancio de Madrid, 21 diciembre 2011