El pensamiento de hoy habla de la reencarnación.

Cada pequeña conquista perdura para siempre. La gula, el egoísmo, la ofuscación, la avidez, el deseo: van poco a poco cediendo y siendo sustituidos por sus opuestos.

Poco a poco iremos construyendo un mayor estado de alineación entre alma y personalidad.

Por eso cada avance en la tierra queda inscrito, y por eso el reto de aprender y mejorar hasta el final.


Porque nada se pierde.

Volveremos a esta tierra, y por eso es tan importante que nos consideremos hermanos.

El maya de la separación es todavía muy potente. Pero los velos seguirán cayendo.

Nuestra vida no termina.

«Cuando abandona esta tierra, el hombre no solamente debe abandonar sus posesiones materiales; todo lo que ha adquirido en el ámbito de la inteligencia y de la sensibilidad de otras personas, de libros, de obras de arte, se borra también, salvo si ello lo verificó, vivió y experimentó profundamente. Y si no es éste el caso, cuando vuelve en la próxima encarnación, debe volver a aprenderlo todo con mucha dificultad. Incluso el hecho de que alguien pueda hablar o escribir sobre todo tipo de temas, no prueba que los conozca verdaderamente, y deberá volver a aprenderlo todo desde el principio.

Y observad otra cosa: la gente se casa, tiene hijos, y en esta situación muchos se sienten tan indefensos y perdidos como si la estuvieran viviendo por primera vez. Sin embargo, ¡cuántas veces han pasado por esto en sus anteriores encarnaciones! Pero como jamás intentaron profundizar realmente su papel y sus responsabilidades de marido, de mujer o de padres, siempre es cómo si lo descubrieran por primera vez; y cometen locuras, sufren… Entonces, es necesario ejercitarse para no volverse a encontrar tan indefensos en una próxima encarnación.»

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen: los guías Tenzing y Tshering en el paso de Jangothang, al pie de la montaña del Chomolari, Bhutan, 13 mayo 2010