Hoy hablamos del destino del ser humano.
Una mirada a la dura historia y al presente nos habla de conflicto, de escasez, de lucha por sobrevivir, para finalmente morir.
Otra mirada nos haba de un destino superior, basado en la vaga noción de la “imagen y semejanza”.
Nuestras manos, se nos dice, pueden crear, realizar, bendecir, y también destruir.
Nuestra mirada puede irradiar luz y armonía, y también violencia.
Defendemos aquí una lejana predestinación, que parece una quimera: aflorar la divinidad latente, la filiación divina.
Parece tan lejana que renunciamos a ella de partida, degradando nuestro pensamiento, nuestra vida.
Pero la predestinación sigue latente y aflora en ideales y también en comportamientos ejemplares.
La ocultamos con capas de oscuridad, y sin embargo por algún resquicio vuelve a aflorar en la mente y en la conducta de algunos hombres.
Hay una predestinación para bendecir la vida, y algunos ya han encontrado ese camino.
La predestinación del hombre, su predestinación lejana, es llegar a ser como su Padre celestial, acercarse cada día más a su sabiduría, a su amor y a su poder, y manifestarlos en su vida. Pero sobre el camino de esta gran predestinación, el hombre debe trabajar con pequeñas predestinaciones. Así pues, la predestinación de los pies es la de llevar el cuerpo físico y caminar en la dirección que le indica su cabeza: a veces el pie da un golpe a alguien, ¡pero éste no era su predestinación! La predestinación de las manos es realizar, crear y bendecir; también pueden herir y destruir, pero no es ésta su predestinación. La predestinación de los ojos es mirar, recibir las imágenes, la luz, pero si lanzan miradas hirientes, ésta no es su predestinación. Y así sucesivamente con todos los órganos…
Y ahora, ¿qué es el hombre en sí mismo? El hombre es una síntesis de todas esas predestinaciones, y su función es dirigirlas, organizarlas, porque están ahí como medios, como auxiliares hacia su gran y lejana predestinación: llegar a ser como Dios mismo.
Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86) , Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen: paisaje de Mongolia, junio 2007