Ayer hablábamos de la meditación como procedimiento para contactar con el alma, con el yo superior, con el centro.

Dice el Dala Lama que gracias a la práctica de muchos años, ahora le es más fácil llegar y permanecer en su centro de un modo natural, en todo momento.

De ello se derivará equilibrio y serenidad en la vida cotidiana, lo cual puede ser un logro mayor. Y ese equilibrio seguirá la aceptación y el contento de vivir en armonía.

Junto a ello, la meditación tiene una segunda dimensión que es clorofílica: atañe a la emisión de pensamientos de luz y amor por todos los seres.

“Es una forma de fomentar internamente el amor a los demás, de fomentar internamente también el anhelo de servir a los demás sin esperar, pedir, ni recibir nada a cambio”, nos dice en el texto de hoy una persona que, con 95 años, medita cada día.

Desde este punto de vista, la meditación limpia, sana, cura, y por medio de ella trabajamos con los grandes seres en una tarea invisible pero no por ello inútil.

“MI Padre trabaja y yo trabajo con Él”, dice Jesús. Y la meditación es un trabajo con el Padre, cualquiera que sea nuestra comprensión del Padre. Desde este punto de vista, es el mejor trabajo posible.

Así pues, volvemos al “medita” de ayer. Porque nuestro equilibrio, nuestra fuerza, nuestra armonía, pueden ser los de la humanidad.

La meditación, para mí, además de mi elevación espiritual, es una forma de fomentar internamente el amor a los demás, de fomentar internamente también el anhelo de servir a los demás sin esperar, pedir, ni recibir nada a cambio. Cuando uno medita, rompe todas las fronteras y se sitúa en un plano en donde todo es energía. Yo, por ejemplo, intento abstraerme de todo lo que me rodea, me centro en el pensamiento que tengo que desarrollar y eso me lleva a un estado de conciencia distinto al que tenía cuando empecé a meditar.

Internamente yo siento más amor y más paz. Y proyecto también pensamientos de amor a todo lo que me rodea y a toda la humanidad en la que yo estoy incluido. Y al mismo tiempo imagino positivamente situaciones de paz, por ejemplo, una humanidad unida.

Rafael Conca, entrevista con Fundación Ananta, abril 2006. Imagen: pintura de Nicholas Roerich: “Guja Cohan”, 1931