«El ser humano es como el árbol: al igual que el árbol, su misión en la tierra es dar frutos. ¿Y qué son estos frutos? Pensamientos, sentimientos y actos hermosos, nobles y grandes. Hacer el bien, es ser capaz de dar buenos frutos, y también es necesario vigilar siempre en qué estado interior nos encontramos con los demás.

Si hacéis una visita a vuestros padres, a vuestros amigos, sin preocuparos de los efectos que produciréis en ellos con vuestros gestos, vuestra mirada, vuestras palabras, los ponéis enfermos: bien con una indigestión o bien son envenenados… Actuar de esta manera prueba que todavía no habéis comprendido la ciencia del bien. Y no os sorprendáis después si vuestra vida es solitaria y triste… ¿Por qué no habéis aprendido a dar frutos? Cuando se da algo bueno, jamás se está solo. Dad por tanto un fruto, es decir un trabajo, un sacrificio, un pensamiento, una mirada, una sonrisa…»

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86), Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen:  atardecer en Torrelodones, Madrid, 27 octubre 2015  (Helena González de Lozar)