El pensamiento de hoy habla de amar a todas las criaturas.
En general sabemos amar, a nuestra manera y selectivamente, cuando las circunstancias son propicias.
Nuestra educación y cultura están basados en enfatizar la individualidad, la diferencia.
Solo en ciertos momentos especiales nos llega un sentimiento de amor profundo e incondicionado por todos los seres.
Se nos dice que hay una energía que procede de arriba, y que puede pasar a través nuestro, para asemejarnos al sol, que siempre da.
Esa energía nos dilata, nos maravilla, nos inspira.
¿Cómo lograr que esta energía esté siempre presente? ¿Cómo conseguir que lo extraordinario sea algo cotidiano?
¿Es posible mirar al otro con los ojos del alma?
Desde la conexión con lo divino todo es posible. Esa debe ser nuestra gran prioridad: conectarnos con las fuerzas superiores para iniciar una nueva vida.
El discípulo debe aprender a resolver el problema del amor comprendiendo que lo esencial es amar, amar día y noche, amar a todas las criaturas, como el sol que envía su amor a través del espacio sin preocuparse en saber sobre quien recaerá este amor – a nadie y a todo el mundo – y sobre todo si habrá criaturas que respondan a este amor. Lo esencial es que esta energía que procede del Cielo pasa a través nuestro, porque es ella la que nos dilata, nos maravilla y nos inspira. El día que comprendáis esto y seáis capaces de vivirlo, seréis verdaderamente libres.
Omraam Mikhäel Aïvanhov, Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen: escena de «El árbol de la vida», de Terrence Malick