Múltiples maravillas nos son reveladas, nos dice el Maestro.

La mayor de todas es el descubrimiento de quiénes somos realmente, y de quiénes podemos volver a ser algún día.

Lo limitado se convertirá en ilimitado. Lo mortal, en inmortal. Lo oscuro, en luz.

La civilización que hemos creado insiste en hablarnos al yo inferior, a la personalidad. Nos ofrece baratijas que nos entretienen y que retrasan que seamos lo que podemos ser.

Nos enganchamos en esas baratijas, que parecen reales: dinero, poder, influencia, incluso el intelecto. Pronto surgen la aversión, la ofuscación, el odio, las pasiones. Son las jaulas en la tierra.

Buda y Jesús enseñaron cómo dejar las baratijas a un lado y encauzar el camino. Y en ese camino hay maravillas:

El suelo está lleno de destellos brillantes, como cuando nieva y hace sol.

El aire que respiramos es dulce.

Los pájaros nos deleitan con sus maravillosas y diarias sinfonías.

Los puestos de baratijas nos llaman, casi a gritos y las mercancías que exhiben parecen hermosas.

Pero mejor no demorarnos en ellos para aspirar a la mirada luminosa de esta niña.

Mientras se contenta con la imagen de lo que es, por el momento, el hombre sigue retenido en los grados inferiores de la evolución, porque esta imagen mediocre, prosaica, le influencia y le limita. Es necesario que trabaje para formarse una imagen más bella, más noble, más luminosa de sí mismo, porque esta imagen actuará sobre él; producirá otras vibraciones y le despertará otros impulsos. Deseará parecerse a esta imagen, y así, progresará; si no, se estancará y nunca conocerá su propia realidad.

Diréis: “Pero, ¿qué realidad?” No, esta realidad no es verdaderamente real. La verdadera realidad, la única realidad, es vuestro Yo superior. Lo demás, lo que consideráis como una realidad, es una ilusión, una mentira. Por eso debéis buscar vuestro Yo superior, vuestro Yo divino, que es el único real, y esforzaos por identificaros con él.

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). Pensamientos cotidianos. www.prosveta.es. Foto: Cecilia, una de las niñas de la residencia de Anand Bhavan, nos sonríe en 2008.