Con el misterio del pensamiento de hoy despedimos estas notas hasta septiembre, con nuestro agradecimiento a quien las leen.
Hoy se nos habla de una forma hermosa y cómplice de vivificar la vida.
Vivificar la vida puede parecer una contradicción en término, pero todos necesitamos, de un modo u otro, darle Vida a la vida.
Podemos empezar intentando que nuestros pensamientos sean benevolentes y bondadosos.
Podemos intentar ese encuentro con el mundo interior, donde habita el Ser.
Perseverando, en silencio, quizás descubramos milagros.
Un día, entonces, seres maravillosos danzarán a nuestro paso.
«Cuando penetréis en un bosque, tratad de tomar conciencia de que este bosque está habitado. Una multitud de criaturas invisibles están ahí, van y vienen, ocupadas en diferentes actividades, y notan vuestra presencia, entonces ¿por qué no tratar de entrar en relación con ellas?
Podéis también acercaros a un árbol y encargarle que transmita vuestros mensajes a todos los demás árboles del bosque. Que les diga que los encontráis magníficos, que los amáis. Y besáis al árbol pidiéndole que les transmita también vuestro beso. Entonces las entidades que lo habitan van a llevar vuestro amor a través de todo el bosque. Y mientras vosotros seguís paseándoos, las entidades que han recibido este mensaje salen de los árboles para miraros. Están maravilladas, danzan a vuestro paso, y cuando volvéis a vuestra casa, os sentís felices, sentís que habéis saboreado algo de la verdadera vida.»
Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen: Kiss to the Earth, pintura de Nicholas Roerich, 1932