Nuestro Yo superior, se nos dice, es un principio inmortal.
Se nos llama a “purificar, vivificar y resucitar” la materia.
Espíritu y materia (Yo superior y yo inferior) esperan aflorar juntos.
Nuestra materia es campo idóneo para el trabajo de nuestro espíritu.
Esa es la alquimia abierta a todos.
Su manifestación práctica es pensar y actuar desde la sabiduría y el amor.
Es también cuestión de coherencia y de responsabilidad.
«Cada vez que actuáis con la sabiduría (la luz) y el amor (el calor), os ponéis bajo la autoridad del espíritu, y de esta manera, poco a poco, formáis en vosotros la piedra filosofal que transmuta toda materia en oro. No debéis pues buscar la piedra filosofal en otra parte que no sea en vosotros mismos, porque no existe piedra filosofal más poderosa que el espíritu. Esforzaos por alcanzar este estado de conciencia en el que sintáis que vuestro espíritu, vuestro Yo superior, es un principio inmortal, eterno, una entidad indestructible que viaja por el espacio y penetra en todo lugar. Entonces comprenderéis que no hay nada más importante que utilizar este poder para trabajar sobre la materia, vuestra propia materia a fin de purificarla, vivificarla y resucitarla. Ésta es la verdadera alquimia.
La piedra filosofal es esta quintaesencia espiritual que transforma todo en oro, en luz, primero en vosotros mismos, pero después también en todas las criaturas que hay a vuestro alrededor, porque todo se propaga. Ésta es la dimensión sublime de la piedra filosofal.»
Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86), Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen: Camino de Santiago, Cruz de Fierro (León), 30 de mayo de 2015