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El cristianismo habla de que el ser humano está hecho a imagen y semejanza de Dios.

Pero el hombre encarnado vive ajeno a ello, se adapta a sus limitaciones y son sus limitaciones las que lo conforman.

A veces, como en un sueño, se recuerda un estado anterior.

A veces, en medio de la ignorancia de los hombres, aparece un Jesús, un ser divino que se manifiesta en lo material.

“Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto”, nos dijo.


Hoy Aïvanhov habla de ese potencial, de ese futuro, de esa resurrección en verdad.

Millones de seres en la tierra están empezando a intuir ese futuro.

El camino está trazado y espera nuestros pasos.

Cada cual debe eliminar lo superfluo.

«¿Por qué me alegro de veros cada día? Porque veo el magnífico futuro que os espera y quiero ayudaros a crear este futuro. Todavía no lo sospecháis, pero yo lo veo. Si os viera tal como sois en la actualidad ¿acaso os aguantaría? No es seguro. Y vosotros, si no os soportáis los unos a los otros, es también debido a que no sabéis veros para proyectaros hasta este futuro.

Yo, siempre me maravillo de vosotros porque no es vuestro presente lo que veo, ante mí, sino vuestro futuro. Dónde están todavía vuestros pensamientos, vuestros sentimientos, alrededor de qué dan vueltas, lo que deseáis, lo que necesitáis… si me detuviera ahí, quizás tendría ganas de coger mi sombrero y marcharme al fin del mundo. Sí, pero afortunadamente también veo vuestro futuro lejano, cómo lograréis un día fundiros con vuestra naturaleza divina. Este es mi secreto.»

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen: niña en Mongolia, junio 2007