Con mucha frecuencia en estas notas hablamos de nuestra filiación divina.

Si: en nuestro interior hay depositada una chispa, un diamante, una quintaesencia divina.

El diamante puede permanecer desactivado y oscuro, pero también puede activarse.

Cuando conectamos con nuestro Yo superior se produce la unión con lo que somos, con el alma.

El camino de la sabiduría y del amor nos acerca a esa unión.

Los demás caminos nos distraen y hacen imposible la unión. Vivimos entonces exclusivamente el mundo de la ilusión o maya.

Cuanto menos nos distraigamos nos será más y más posible llegar a ese Yo superior.

Nos espera paciente y también amoroso, como el padre siempre espera al hijo pródigo.

Nuestro Ser nos llama, en realidad.

¡Hace tantos siglos que los judíos y los cristianos repiten que Dios creó al hombre a su imagen! Lo repiten, sí, pero ¿cuándo comprenderán lo que verdaderamente significa esto?… Dios, al crearnos, introdujo en nosotros una quintaesencia de Sí mismo, de la misma luz, de la misma pureza, del mismo poder. La Ciencia iniciática denomina a esta quintaesencia divina nuestro Yo superior. Por lo tanto, si nos concentramos en nuestro Yo superior, nos unimos a Dios, porque nuestro Yo superior es una partícula de Él. Gracias a los esfuerzos que realizamos para alcanzar este centro, esta cima que está en nosotros, hacemos surgir unas fuerzas que vivificarán todas las células de nuestro cuerpo. Y ésta es la respuesta de Dios a nuestras oraciones, porque Dios no es diferente a nuestro Yo superior.

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). “Pensamientos cotidianos”, Editorial Prosveta.  Imagen: Circo de Gredos, 11 febrero 2012. Foto de Jonás Cruces  <http://www.todovertical.com/>