Todo ser humano ha experimentado momentos de gracia, de comunión.

A veces se experimenta de modo muy inconsciente, sin saber cómo ha venido y cómo se ha ido.

La gracia está fugazmente con nosotros, y se va como si fuese imposible retenerla.


La vida vuelve entonces a la  monotonía o a la aspereza tan frecuente en las relaciones humanas.

Pero la gracia y la comunión siguen ahí para el que busque sintonizarlas.

Es asunto de sintonías, de estar en una frecuencia.

La conexión con el Ser interior y con el Divino puede ser algo cotidiano, diario.

Vivir en gracia, qué gran regalo se nos da.

No dejéis pasar ni una sola jornada sin conectaros con el Cielo, sin meditar, sin rezar… Porque no hay nada más importante ni más saludable para vosotros que regocijarse en las actividades espirituales. Varias veces al día, deteneos durante unos minutos y tratad de encontrar, dentro de vosotros mismos, vuestro punto de equilibrio, vuestro centro divino… Empezaréis a sentir entonces que, en todas las circunstancias de la vida, poseéis dentro de vosotros un elemento eterno, indestructible… Y aunque no obtengáis de ello ningún beneficio en el plano material, interiormente os volvéis más libres, más fuertes, más seguros, planeáis por encima de los acontecimientos. Este trabajo espiritual es la única riqueza, el único bien verdaderamente vuestro. Todo lo demás puede seros arrebatado: únicamente vuestro trabajo os pertenecerá para siempre.

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). “Pensamientos cotidianos”, Editorial Prosveta. Imagen: TIBET: aproximación Valles de Zanskar y Markha (30 junio-4 julio 2010) (foto de Jonás Cruces  <http://www.todovertical.com/>