Hoy se nos habla de un camino hacia la paz y la alegría.

La llamada, como ayer, es a crear poesía con nuestra propia vida.

Se nos nos pide despertar tres atributos: la pureza, el amor y la luz, para incorporarlos a nuestra vida y aportarlos a los demás.


Estos atributos están latentes en nuestro Yo superior y piden una vía de salida para manifestarse.

Con frecuencia, la vía está bloqueada o sellada porque la personalidad (el yo inferior) ha establecido su reino.  

(En ese reino el rey de la personalidad suele ser vociferante y zafio).

Pero cuando se contacta el Yo superior, la vía de salida se desbloquea, y se recupera la corriente, renovándose la energía vital que abre la espita al amor, a la pureza y a la luz.

Entonces ya el camino no está oscuro, y nos lleva hacia la paz, la confianza y la alegría.

«¿Por qué los humanos no procuran comportarse de manera que mutuamente se aporten la paz, la confianza y la alegría?… Cuando andamos por la calle, cuando entramos en las tiendas, en el metro o en las estaciones, no vemos más que caras apagadas, cerradas, inexpresivas. ¿Acaso es normal manifestar tan poca alegría cuando nos encontramos con otras personas y ofrecerse mutuamente un espectáculo tan prosaico? ¿Por qué no nos mostramos más cálidos, más expresivos, más vitales? Esto es la verdadera poesía.

El verdadero poeta no es aquel que escribe unos versos, sino aquel que crea poesía en su propia vida cuando se esfuerza en introducir en ella la pureza, el amor y la luz. Efectivamente, es en su vida en donde busca ser inspirado, y cuando lo ha conseguido, transmite a su vez la inspiración a los demás, aportándoles esta pureza, este amor y esta luz.»

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta Imagen: escena del film “El árbol de la vida”, de Terrence Malick (2011)