Poner la mente en el Infinito, más allá de este cuerpo terrenal.

Salir de este cuerpo y de esta mente y encontrarnos con lo Superior.

Donde la belleza, la armonía y la verdad siempre reinan.

En la cotidianeidad: hacer un alto y mirar arriba, al cielo, para intuir el Infinito.

Los millones de estrellas cada noche, que nos hablan de ese Infinito.

Ponerse de nuevo las alas, para volar.

Y volar, realmente.

Mirar con alegría al futuro y encontrar la mirada amorosa del Maestro que nos dice: no temas más, hermano mío.

¿Dónde podrá haber pensamiento sobre el Infinito, si el ser humano se limita a sí mismo a una existencia terrenal? Nadie ayuda al niño a mirar con alegría hacia el futuro; esta es la razón por la que el trabajo se ha concebido como una maldición. En verdad, se ha extendido el promedio de vida de la gente, pero ¡qué importancia puede tener dicha extensión si los seres humanos persisten en ignorar la grandeza del Infinito!

Aum (1936), sutra 285, Agni Yoga Society, Nueva York. Imagen: Pintura de Nicholas Roerich: “St. Panteleimon the Healer”, 1932