Sobre la bondad y el amor ya está todo dicho.

Sin embargo, hasta que cada uno de nosotros los encarnemos en nuestra vida diaria, tendremos que seguir recordándolo una y otra vez.


Podemos elegir el camino que tantas veces hemos seguido: el de la ofuscación, el odio y la violencia.

Pero también podemos seguir el camino de la bondad y del amor.

La sociedad enseña a sus hijos a proteger lo “suyo”, lo “nuestro”, con el trasfondo de que el hombre es un lobo para el otro hombre.

La bondad y el amor pasan entonces a un último plano, como rácanas migajas de nuestros (tristes) días en la tierra.

Pero cada vez más personas en el mundo quieren para sus hijos el excelso modelo que encarnó Jesús.

Y que el amor y la bondad sean los ejes de sus vidas.

La invitación es aflorar nuestra divinidad u olvidarla más tiempo.

Cada pensamiento cuenta.

«¿Cómo solucionan los países sus problemas con sus vecinos y aseguran su defensa?… Se ocupan en fabricar armas cada vez más mortíferas hasta el día en que acaben destruyendo toda la tierra. Porque con este método, cuanto más tiempo pasa, más complicadas se vuelven las cosas. Jamás se solucionará nada mientras el hombre no elija la fuerza espiritual, el poder del amor divino para resolver los problemas. Entonces, por lo menos vosotros, desde el lugar que os corresponde, desde vuestro nivel, intentad desde hoy resolver vuestros problemas con vuestros padres, con vuestros amigos y vuestros enemigos, manifestando amor y bondad. Y haciéndolo así, pondréis en funcionamiento una ley que les obligará un día u otro a responder del mismo modo. Pues sí, ¡éste es el poder de la provocación! Mientras no comprendáis cómo podéis resolver los problemas, estáis provocando el lado negativo de los demás, sólo su lado negativo, y posteriormente este lado negativo espera allí a que bajéis vuestra guardia para venir a atacaros. Estudiad la historia: veréis que las cosas siempre han sucedido de esta manera.»

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen: el mar desde El Campello, Alicante, 1 febrero 2014