Se nos invita a mantener en alto nuestra luz, a ser parte de un trabajo común.

Antes tenemos que encender la luz interior, que puede que lleve mucho tiempo apagada.

El servicio y el trabajo, el amor y la compasión, son los principales interruptores.

Cada uno de nuestros pensamientos alimenta nuestra luz u oscuridad, y por extensión las del mundo.

Cada pensamiento se traslada a nuestro rostro, a nuestra mirada, y allí se queda para siempre…

Y la energía sigue al pensamiento.

“Te concederé el poder y la celeridad de Mercurio”, se nos dice.

El milagro de la Belleza en el adorno de nuestras vidas cotidianas exaltará a la humanidad.
Levantad bien alta vuestra luz.
Iluminad las bellezas de Mi Templo.
Enseñad el Gozo de la Belleza.
Enseñad la Felicidad de la Sabiduría.
Enseñad la Bienaventuranza del Amor.
Enseñad la Gloria de la Unidad con Dios.
Os conferiré el poder y la celeridad de Mercurio.
Avanzad sin dudas, sin temor, sin volver la vista atrás. Por Nosotros y por vosotros, juntos, la cultura espiritual es edificada.

Sutra 45, “Las hojas del jardín de Morya I (La llamada)”, 1924, Agni Yoga, Nueva York  Imagen: Thich Nhat Hanh