Cuando hacemos silencio nos encontramos.

Dentro nuestro hay un lugar de certeza, de calma, un punto de quietud.

Es un refugio ante todas las incertidumbres y pesares que afectan al mundo.

En ese lugar hay un encuentro con nuestro Ser. Por extensión, con el Padre, con el Uno.

Al amanecer, en ese instante mágico del alba, se nos invita a conectar.

A la caída de la tarde, en silencio, en recogimiento, se nos acoge y se nos protege.

Es el refugio para ordenarnos, para vivificarnos.

Desde ese refugio nuestra mente y todo nuestro ser pueden enviar amor y compasión al mundo.

En ese lugar nunca estamos solos.

Existen en la vida situaciones difíciles en las que sentís que una falsa maniobra, una palabra, una intervención, un gesto fuera de lugar puede ser fatal para vosotros. Por lo tanto, cuando os encontréis en esta clase de situaciones, empezad por evitar precipitaros, haced el silencio en vuestro interior y uníos al espíritu para que venga a controlar vuestros pensamientos; los pensamientos controlarán las emociones y los sentimientos, que a su vez controlarán vuestros gestos, vuestra voz y vuestras palabras. Es así cómo hallaréis la actitud correcta, y reaccionaréis acertadamente.

Frente a cualquier circunstancia, esto debe ser para vosotros un reflejo instintivo: comenzad uniéndoos al espíritu. Es como si estuvierais realizando una conexión: colocáis vuestro ser bajo el control del espíritu, y poco a poco todo se organiza y se ordena. Entonces actuáis de una forma equilibrada y armoniosa, y conseguís la victoria, estáis salvados.

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta.  Imagen: caminante en las montañas de Bhutan, mayo 2010