Ayer hablábamos del arte de la bendición.
En silencio, allá donde estemos, bendigamos.
Al entrar en una casa, en un edificio, bendigamos a los que lo habitan.
En nuestras comidas, bendigamos los alimentos, en agradecimiento a la vida.
Bendito el sol que nos calienta y nos da vida.
Bendecir, bendecir, bendecir. Todo y a todos. Desde nuestro pensamiento.
Es llevar luz, agua fresca y limpiadora: agua viva. A todos los rincones de este mundo.
Llegará un día que ese pensamiento sea permanente, liberando así una energía potentísima.
Unos maldicen, otros bendicen.
Podemos empezar por bendecir a esta niña, cuya belleza es símbolo de la nueva humanidad.
Foto: niña en Mumbai (India), 2 de marzo de 2010, enviada por Ana Angueira