Poco a poco un velo y luego otro y luego otro van desapareciendo.
Cada vez que eso ocurre, se produce un aumento de consciencia y una nueva visión.
El horizonte empieza a ser cada vez más vasto, más panorámico. También, la definción de lo que vemos es mucho mayor, más concreta.
Cuando nos alimentamos de pensamientos elevados, cuando viajamos a las regiones sutiles, la posibilidad de levantar los velos aumenta. Y cuanto menos densa la materia, más posible nos será alcanzar esos mundos sutiles: por eso lo de ir liviano por la vida (real y figuradamente), por eso lo de alimentarnos con lo justo, por eso lo de limpiar nuestro interior.
Cada día es pues una ocasión de subir un poco más arriba en la espiral de la consciencia, de quitar un velo.
Si perseveramos en ello, llegará el día en que al ver a todos los otros seres sintientes, como estos niños etíopes de la foto, veremos también a Dios.
«Ante la profundidad de ciertas obras filosóficas, iniciáticas y místicas, ante la belleza de ciertas obras de arte, nos damos cuenta que sus autores han mirado muy lejos, muy arriba, una realidad que escapa a la conciencia ordinaria. Para tener acceso a esta realidad, han debido atravesar no solamente las capas opacas de la materia física, sino también las capas brumosas de la materia psíquica. Y mientras no tomemos la decisión de seguirles por este camino, lo que creemos ser la realidad sólo será una apariencia, un reflejo deformado, o como máximo una envoltura, un velo que la oculta a nuestra vista. Llegar a levantar un velo, a retirar un velo, es el objetivo de la Iniciación. Este es el sentido de la expresión «levantar el velo de Isis» que nos ha sido transmitida por la tradición.»
(Omraam Mikhaël Aïvanhov 1900-86. Pensamientos cotidianos www.prosveta.es. Foto: Colegio en Zway, Etiopia, Octubre 2009, autor Koldo Aldai)