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Hoy se nos invita a revisar nuestro concepto de amor, para ampliarlo.

El amor puede extenderse a la vida entera, más allá de las personas, y desde luego mucho más allá de las personas próximas.

Ayer hablábamos de su detonante, que es entender lo sagrado, ver lo invisible más allá de lo visible.

El amor del que nos habla hoy Aïvanhov tiene poco que ver con la acepción común y posesiva del término, y se desarrolla en el plano sutil.


Se trata de una cualidad del alma que puede manifestarse plenamente en la tierra, y que empieza en el pensamiento y sigue en la mirada.

El que vive el amor de esta forma recibe un precioso regalo cada día: se siente iluminado.

La vida en la materia es comúnmente ardua, difícil, pero ciertos estados nos devuelven a la pureza original.

Siempre es una elección personal.

«Amar y ser amados: éste es el único derecho divino que el Creador ha dado a todas sus criaturas, y nadie puede verse privado de él. La cuestión está solamente en saber dónde y cómo encontrar el amor para evitar los malentendidos y  los sufrimientos.

Buscando cómo  perfeccionar vuestra manera de amar, un día lograréis beber de este amor que se halla esparcido por todo el universo. ¿Por qué pensáis que debéis a toda costa tener un hombre o una mujer entre vuestros brazos para recibir y dar amor? Cuando os paseáis con alguien, cuando le habláis, cuando le miráis, cuando le saludáis, esto es amor, y amor en la forma más sutil, la más espiritual. ¿Habéis hecho esta experiencia, no es así? Y os habéis sentido iluminados… Entonces, ¿por qué no intentáis reproducir en vosotros estos estados y manteneros en ellos el mayor tiempo posible, e incluso ampliarlos?»

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen: naturaleza en Galicia, 27-4-13 (Rocío Ramos)