«Experimentar una gran pena es como entrar en una cueva. Nos sentimos sobrecogidos por la oscuridad, la soledad y la añoranza. Pensamientos tristes, como murciélagos, vuelan a nuestro alrededor en la penumbra. Sentimos que no hay escapatoria de esta prisión de dolor. Pero Dios, en Su amante misericordia, ha colocado en la pared invisible la Lámpara de la Fe, cuyo resplandor nos guiará de vuelta al mundo iluminado por el sol, donde nos esperan el trabajo, los amigos y el servicio”.

Hellen Keller (1880-1968), “La puerta abierta”  (1957), p82, Plataforma Editorial. Imagen: niña en Chintadripet (India), 28 diciembre 2014 (Nacho Vidal)