Hay realidades que sentimos dentro pero que todavía permanecen ocultas a la mirada.

En la vida cotidiana se nos impone lo urgente, lo material.

Cada minuto debe estar lleno de pensamientos, palabras y acción.

Al final del día, en el atasco del tráfico, una puesta de sol llena la bóveda celestial.

Nos llama de nuevo a dilatarnos, a expandir nuestro pensamiento más allá, abarcando el cielo y las estrellas.

Nos llama a dejar de vivir a ras de suelo (donde no hay perspectiva) para ver desde lo alto (donde las diferencias se borran).

La bóveda celestial emite su mensaje cada día, mientras la radio, la televisión, nuestros pensamientos y nuestras conversaciones nos llevan a ignorarla.

En su hermoso “El leopardo de las nieves” Peter Matthiessen habla de ese hombre modesto pero sabio, para el que “no existen las fronteras, porque nos quiere a todos”.

Ese hombre, al parecer, ya ha contactado con su origen divino.

«Cuando les preguntamos por sus creencias religiosas, muchas personas dicen que creen en «algo» o en «alguien», sin poder explicar exactamente de qué o de quién se trata, y sin llegar a llamarle Dios. Es como si en el pasado hubiesen tenido ciertos conocimientos, hubiesen hecho ciertas experiencias, y por momentos este conocimiento, estas experiencias remontasen a la superficie como el breve centelleo de una luz venida de muy lejos. Ignoran por qué se impone a ellos esta impresión con tal evidencia y no saben cómo interpretarla, pero la sienten como una realidad indudable.

En un momento u otro de su existencia, la mayoría de los humanos han tenido la sensación de que algo en ellos les conecta con un mundo superior, misterioso, cuya huella han conservado. La diferencia entre los seres, es que algunos dejan que se borre esta sensación sin tratar de profundizar lo que ésta significa, mientras que, para otros, al contrario, es el punto de partida de una búsqueda interior que les conducirá hasta la conciencia de su origen divino.»

Omraam Mikhäel Aïvanhov,  Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen: rio Ucieza, Tierra de Campos, Palencia, Camino de Santiago, marzo de 2015 (Marga Lamoca)