Preciosas noticias las del pensamiento de hoy, que nos habla de desarrollar nuestro principio divino.

Cuando trascendemos las limitaciones, pequeñeces y miserias de la personalidad para situarnos en las regiones del alma, ese principio se activa.

Frente a lo que parece ser un mundo sin propósito, hay esperanza.

Esperanza individual, pues ese contacto depende de cada uno, y cuando el encuentro se produce el aire ya es más dulce para siempre.

Esperanza colectiva, porque gradualmente el cambio de consciencia afecta a más y más millones de personas, y cada ser consciente aporta una función limpiadora, clorofílica.

El ser humano, nos dice Aïvanhov, tiene  una predestinación.

Es tiempo de ir a su encuentro recordando los más bellos ideales.

«Cuántas personas llamadas civilizadas se contentan con una vida que no es muy diferente a la de los animales: alimentarse, dormir, cobijarse, reproducirse. Están al servicio de sus necesidades físicas y, para satisfacerlas, ponen en marcha todas las facultades que el Creador les ha dado. Algunos más evolucionados, se ponen al servicio del arte, de la ciencia, de la filosofía… Pero si piensan que no hay nada más arriba, se equivocan.

La predestinación del ser humano no se acaba con ser artista, filósofo o sabio. La predestinación del ser humano, es la de desarrollar facultades todavía más superiores que le pondrán en contacto con el Principio divino en él. Cuando llegue a establecer este contacto, el Principio divino penetrará sus facultades físicas, psíquicas y espirituales, y se convertirá verdaderamente en un creador”.

Omraam Mikhäel Aïvanhov (1900-86),  “Pensamientos cotidianos”, Editorial Prosveta. Imagen: Campo de amapolas en Moià (Barcelona), 27 mayo 2014 (Carme Nalini)