Podemos implicarnos en asuntos banales o en asuntos elevados.
Los asuntos elevados no requieren necesariamente grandes heroísmos: se trata más bien de intentar actuar desde la consciencia y desde la honestidad y autenticidad. En la suma de las pequeñas cosas bien hechas está la virtud.
Hay personas cuya palabra vale más que el contrato más elaborado. Su apretón de manos es el mejor contrato.
Otras personas jamás se comprometerán, aunque el contrato más severo selle el pacto.
Para compometerse hay que tener muy claro quiénes somos y cuál es nuestro potencial. La meditación es clave para ayudarnos en esta tarea.
Implicarse significa abandonar la tibieza.
La comodidad de la tibieza es peligrosa.
“¿Espiritualidad no es un mundo aparte?
No, es el aquí, ahora y todos. Si espiritualidad es sólo encerrarte un rato al día en tu habitación para hacer meditación no termino de comprenderlo, pues te aparta del mundo. El encierro de meditación es necesario para después poder mejor comprender cómo te implicas en el mundo, para comprender mejor lo que pasa a nuestro alrededor. Pero después hay que abrir la puerta”.
(Joan Antoni Melé, entrevista con Fundación Ananta, mayo 2009. Foto: Transportistas en Pakistán, 2005, autor Jonás Crucés)