Hoy se nos habla de la fraternidad universal como “oro verdadero”.

Nos cuesta vislumbrar este concepto tan manoseado en vista de lo ásperos y correosos que somos los humanos, siempre dispuestos al ataque.

Pero son millones de personas las que han despertado o quieren despertar a la idea de la fraternidad, y que poco a poco van sustituyendo la ignorancia por sabiduría.

La idea de fraternidad tiene aplicación en cada instante del día, en nuestra cotidianeidad, en nuestras ciudades. No hace falta construir comuna. La comunidad debe estar en el corazón.

Hay una comunidad por construir y cada uno de nosotros tiene que aportar su contribución única.

Están los que separan, están los que unen, los que quitan la vida, los que la dan. ¿Dónde nos situamos cada uno de nosotros?

No son tiempos de mirar al otro lado.

Todo lo que hacéis para vuestra única satisfacción personal no puede durar. Porque incluso aunque obtengáis lo que deseáis, esto terminará volviéndose contra vosotros. Pensáis aferrarlo sólidamente, y he aquí que ello se os escapa. Pensabais que era oro, y he aquí que se vuelve plomo. La Inteligencia cósmica, que quiere educar a los humanos, no permite que tengan éxito en sus empresas egoístas. Entonces, ¿por qué, diréis, deja que obtengan algunos éxitos si pronto deben perder lo que han adquirido? Para que puedan meditar bien la lección y comprender lo que merece la pena buscar, en qué vale la pena trabajar.

Y en lo que vale la pena trabajar, es en la idea de la fraternidad universal. Si amáis esta idea, si sois fieles a ella, si la alimentáis, si concentráis toda vuestra voluntad en su realización, esta idea, que es oro verdadero, llenará para siempre vuestro corazón y vuestra alma.

Omraam Mikhäel Aïvanhov,  Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen: fiesta de fin de curso de Anand Bhavan (la Casa de la Alegría), Howrah, Calcuta, 24 abril 2010