En los niños del mundo está muy presente la chispa divina.
Muchos de ellos son limpios y puros en su interior, tan limpios y puros como en el exterior.
Son un libro blanco en el que pueden inscribirse los pasajes más bellos de la vida.
La belleza de la creación late en ellos con fuerza y generosidad.
Estos niños del mundo son algo sagrado y a través suyo podemos intuir con más fuerza el plan divino.
El plan divino no es otro que irradiar amor por todos los seres sintientes.
Los niños nos lo recuerdan una y otra vez.
Al abrazar a estos niños, al fundirnos con su pureza, podemos quizás hacer hueco para que el Cristo venga a habitarnos.
Que el Cristo habite en nosotros, esa es nuestra llamada para estos días de silencio interior.
Implorad a Cristo.
Buscad el gozo de volverse hacia el Creador.
Descubrid, y franquead los Portales del Conocimiento,
Y afirmaos en la comprensión del Plan Divino.
Las hojas del jardín de Morya, sutra 24, 1924, Agni Yoga Society, Nueva York.. Foto: Hermanos en Howrah, India, 24 marzo 2010