Las palabras  que hoy nos trae Aïvanhov son muy precisas y también preciosas.

Toda actividad y pensamiento puede contribuir a densificarnos más en la materia, o a liberarnos de la materia manteniéndola en su justo término.

Con frecuencia según pasan los años los humanos nos densificamos más y más, física y mentalmente.

Es cierto que nos manifestamos a  través de la materia, pero ello no significa que seamos materia.

Hay un camino de vuelta, en el que debemos aprender a renunciar, a desprendernos, a liberarnos. A recuperar la livianidad de los niños.

En ese camino, se nos dice, nos encontraremos con nuestro verdadero ser.

Cuanto antes comencemos a andar por ese sendero, antes empezaremos a comprender.

El ser humano ha descendido de las regiones celestiales por un proceso llamado involución. A medida que se produce el descenso en la materia, al alejarse del fuego primordial, se carga de cuerpos cada vez más densos hasta llegar al cuerpo físico. Exactamente como en invierno, cuando debemos enfrentarnos al frío, nos vemos obligados a ponernos vestidos cada vez más densos, ¡desde la camiseta y la camisa hasta el abrigo!

Para retomar ahora el camino hacia arriba, el ser humano debe desvestirse, simbólicamente hablando, es decir despojarse de todo lo que le vuelve denso: en vez de tratar de acumular, debe aprender a renunciar, a desprenderse, a liberarse. La acumulación es la que favorece el descenso. Cada pensamiento, sentimiento o deseo inspirado por el instinto de posesión, viene a pegarse a sus cuerpos sutiles como la escarcha sobre las ramas de los árboles en invierno. Es necesario que el sol de la primavera vuelva a brillar para que se funda la escarcha y que el hombre vuelva a encontrar a su verdadero ser.

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-1986). Pensamientos cotidianos. Colección Izvor, Ediciones Prosveta. Foto: niñas en la residencia de Anand Bhavan, Howrah, West Bengal, India