A lo largo de nuestras vidas hemos recibido incontables veces el mensaje del pensamiento de hoy.

Es verdad que en un momento de la infancia hemos creído en esta posibilidad, pero a partir de un punto la mayoría de los humanos lo desechamos por imposible.

Y sin embargo, todos los seres que se han acercado o han llegado a la Fuente insisten una y otra vez en ello.

Esta insistencia nos habla de su necesidad, por un lado, y también de su posibilidad, por otro.

Amar a todas las criaturas para que reine la felicidad, la alegría, la luz y la paz: ese es el mandato, ese es el reto.

Los que han amado sin pedir nada a cambio, los que lo hacen en su vida cotidiana, están en otro plano, viven otra realidad.

La idea es gloriosa porque nos lleva a la gloria. Y es posible si subimos a ese otro plano.

Para empezar la subida debemos decirnos en todo momento: “elijo amar y no odiar”.

El que elige amar ya nunca está solo.

Decís que habéis comprendido la Enseñanza de la Fraternidad Blanca Universal y que estáis convencidos de su valor. Pero sabed que para ello, hay que cumplir tres condiciones.

Primero, debéis aceptar una idea que está por encima de todas las demás ideas: que toda la humanidad puede formar un día una sola familia en la que reinen la felicidad, la alegría, la libertad, la luz y la paz. Después, debéis amar esta idea con un amor desinteresado, es decir no mezclar en ella ningún deseo de provecho, de satisfacción personal, de dominio sobre los demás. Porque en el momento que entran en juego elementos egoístas y personales, éstos introducen las semillas de todos los conflictos y de la desmembración. Finalmente, esta idea, que está en el corazón bajo forma de amor desinteresado, debéis hacerla descender hasta el plano físico, es decir manifestarla mediante gestos, actitudes, un comportamiento apropiado.

¡Mirad lo simple que es! Esta idea que es tan luminosa, tan grandiosa y beneficiosa para todo el mundo, si la amamos con un amor desprovisto de todo elemento de codicia o de cálculo, sólo queda que la realicéis en vuestros actos.

Omraam Mikhäel Aïvanhov,  Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen: Table of the commandments (1931), pintura de Nicholas Roerich