Cada vez hay más personas conscientes de que sólo existe un agua que quita la sed, el agua viva de la que habla Jesús.

Ese agua viva surge en nuestro interior, y es un pozo abundante y generoso del que podemos extraerlo todo.

Al beber ese agua reparamos que es el agua verdadera, que es sanadora y limpiadora, que abre las puertas al infinito.

Con frecuencia nuestras obligaciones y distracciones nos impiden llegar al manantial, pero el manantial está ahí, esperando pacientemente ser descubierto.

Con la meditación, con la contemplación, con el actuar correcto y honesto, podremos llegar a él, y a partir de ahí quizás podamos compartir sus reparadoras propiedades con los demás.

Es tiempo de entre todos transformar el desierto en vergel, y ese agua mágica está a nuestro alcance para regar el mundo de bondad y de propósito.

La regeneración del pensamiento, la palabra y la acción humanos nos espera, a cada uno desde nuestra propia regeneración.

Cada vez más la gente se queja de que le falta «algo». Claro que les falta algo, pero no saben el qué, y piensan que lo encontrarán siempre en adquisiciones materiales o en experiencias nuevas: una relación, un viaje, un cambio en su profesión… No, lo que necesitan pertenece al dominio del alma y del espíritu. Pero como sólo tienen una idea muy vaga del alma y del espíritu, tratan siempre de satisfacer el cuerpo, el corazón o el intelecto. Pero el alimento del cuerpo, del corazón, o del intelecto, no puede saciar ni al alma ni al espíritu. El alma y el espíritu tienen hambre y sed de infinito y de eternidad. Mientras que los humanos no sepan dar el infinito a su alma, y la eternidad a su espíritu, en el fondo de sí mismos se sentirán siempre insatisfechos.

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). Pensamientos cotidianos (www.prosveta.es). Foto: clase a madres en el dispensario de Pilkhana,  Howrah, West Bengal, India, abril 2008