El viaje diario a las regiones celestiales es el mejor viaje, y sólo requiere de nuestro pensamiento enfocado. Figuradamente, podemos subir muy arriba, y extraer de esas regiones los diamantes y minerales más puros, que podemos bajar luego a nuestro día a día. Esos diamantes son en realidad las santas moradas, los valores que nos permiten vivir en armonía y en equilibrio, en nuestro punto de quietud, por mucho que la tormenta arrecie fuera. Podemos hacer este viaje cuantas veces queramos durante el día, al caminar por la calle, al alimentarnos en silencio, al estrechar tantas manos en otras tantas reuniones, en todos y cada uno de los intercambios a los que estemos sujetos. Subimos para recargarnos de fuerza, de propósito, y luego andamos por la tierra cargados de fuerza, de propósito.

Acostumbrarse a conectarse con lo alto, con las regiones celestiales, es acostumbrarse a recargarse con la batería más poderosa. Y está a nuestro alcance si llenamos nuestra mente de voluntad al bien y de amor y respeto por todos los seres sintientes. Los pies en la tierra, la mirada en el cielo, esa es la fórmula.

La imaginación no sólo es esta facultad que posee el ser humano de imaginar objetos, seres, acontecimientos. También es como un aparato que le permite viajar por el universo para visitar regiones todavía desconocidas para él; y estos viajes pueden llevarle tanto al infierno como al Cielo. Para un Iniciado, la imaginación es comparable a un globo sonda lanzado al espacio dónde registra los esplendores del Cielo para venir luego a comunicarlos a su conciencia. Es así también como numerosos creadores, pintores, escultores, poetas y músicos han encontrado su inspiración: visitaban con su espíritu las regiones sublimes, y luego regresaban con visiones e impresiones que trataban de traducir después a través de su arte. Y también vosotros, aunque no debáis crear obras de arte, tratad de reconducir más a menudo vuestra imaginación hacia las regiones celestiales, y permitidle que contemple estos mundos de belleza que dejarán en ella una huella imborrable.

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). Su obra está publicada en España por la Asociación Prosveta Española. www.prosveta.es