“Seguramente no lloraremos si un amigo querido ha tenido la gran suerte de mudarse de una casa humilde e incómoda a una mansión en la que entra la luz del sol y el terreno que la rodea es un conjunto inacabable de belleza, maravilla y placer. Diríamos que es un amigo afortunado y, con un poco de melancolía, ansiaremos el momento en que también nosotros podamos abandonar la carga de las tareas cotidianas y unirnos a él en su casa de luz y belleza”.

Hellen Keller (1880-1968), “La puerta abierta”  (1957), p88, Plataforma Editorial. Imagen: amaneciendo en Foncebadón (León), 31 diciembre 2015 (El Trasgu de Foncebadón)