En la hora del néctar Dios está presente.

Es una hora muy temprana, al alba, en la que hay quietud y silencio.

La mente y el ánimo no están todavía condicionados por los conflictos y el sufrimiento humanos.

En esa hora es más fácil la unión, que es el milagro.


El milagro puede ser diario, en el alba, todos los amaneceres. Y luego, durante el día puede ser recuperado.

Un día, Aïvanhov preguntó a su maestro Peter Deunov qué es lo que recitaba cuando se paraba varias veces al día.

“Gloria a ti Señor”, le respondió Deunov.

Cada vez que lo hacía, volvía a la maravillosa hora del néctar y llenaba su interior de energía pero también de bálsamo.

Bálsamo que nos cura, energía que nos renueva: eso es la hora del néctar.

Imagen: Sister Jayanti en oración, Congreso + Consciencia, septiembre 2010