La meditación de Géminis de ayer gravitó sobre el pensamiento «reconozco mi otro yo, y al menguar ese yo, crezco y resplandezco.»
Decíamos que son vasos comunicantes: cuando la personalidad o ego disminuye, surge el alma; cuando el ego aumenta, el alma se retira.
El liberado viviente es el ser que vive en contacto con su alma.
Su vehículo terreno sirve para la expresión en la tierra de las cualidades del alma, y es instrumento del Divino.
Durante muchas vidas, el alma permanece oculta, y el hombre es solo personalidad: en muchos casos agresiva, violenta, zafia. Dañina. Y el hombre se identifica con esa personalidad: yo, mío, lo mío.
El contacto con el alma nos lleva al encuentro de nuestra propia divinidad, esa chispa latente que espera crecer algún día.
Hay un yo que debe disminuir, el del ego, para que surja el otro Yo, el del alma: es entonces cuando creceremos y resplandeceremos.
Hablamos, en ocasiones, de las deidades que fuimos y cuyo reencuentro nos espera.
Crecer y resplandecer: es un camino lleno de dicha.
Es un camino que se recorre en cada pequeño acto de la vida, en cada comunión.
Imagen: joven en Howrah, Bengala Occidental, India, 29 enero 2011