Todo queda inscrito en el Libro de la Vida.

Los actos humanos pueden tener o no tener testigos.

Los pillos que roban y que estafan, los criminales que matan, se creen impunes si no son descubiertos.

Pero todo queda descubierto tarde o temprano.

Por eso cada acto de armonía y de luz hacia el mundo y todos sus seres cuenta.


Por eso cada semilla que plantamos siempre dará un fruto.

Las malas semillas darán mal fruto, que se presentará cuando menos esperamos. La ley es absoluta, se nos dice.

Las buenas semillas, en cambio, son un trabajo con el Padre.

“Mi Padre trabaja y yo trabajo con Él”, dijo Jesús.

«¡Cuántas personas se indignan cuando ven que hay criminales que nunca son castigados! Y repiten constantemente que no hay justicia en la tierra, se rebelan y se corroen, sobre todo si no creen en la existencia de una Justicia divina superior a la justicia humana.

En realidad, existe una Justicia divina, y esta Justicia se fundamenta sobre la ley de causas y consecuencias que gobierna el universo. En ninguna parte existe una causa sin consecuencia, y cada hecho, cada acontecimiento, es la consecuencia de una causa. Causas y consecuencias están indisolublemente unidas. Pero la duración de una vida terrestre es demasiado limitada para que podamos observar este juego de causas y consecuencias. Si viviéramos mucho más tiempo, veríamos cómo se producen las consecuencias de ciertas causas y entonces constataríamos cómo los culpables son finalmente castigados, y las personas de bien recompensadas. Si no lo son en esta encarnación, lo serán en la próxima. La ley es absoluta. «

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen, escolares en Namche Bazar, Nepal, 19 mayo 2004{jcomments on}