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La vida tiene humana muchos momentos únicos y sagrados, a los que pocas veces prestamos atención.

Lo sagrado está por doquier, pero no lo vemos.

Está en el nacimiento y en el milagro de la vida, está también en la muerte, que no es muerte porque nos devuelve al origen y a la plenitud, al Uno.


Cuando recuperamos la consciencia de lo sagrado, percibimos (algunos ven) en vida los hilos que unen unas cosas con otras.

Hay una comunicación superior a la que podemos acceder, y a la que sin embargo volvemos la espalda de continuo.

La tierra es lugar inhóspito cuando se pierde esa comunicación.

Pero lo sagrado nos espera, como un bálsamo curativo y regenerador.

«Aquél que está habitado por sentimientos sagrados, posee semillas sobre las que se inclinan entidades celestes para hacerles crecer y fructificar. Sí, después de ciertas circunstancias, deja morir estos sentimientos en él, rompe toda comunicación con los seres de arriba. ¿Quién sería tan estúpido para cortar el hilo de su teléfono y privarse así de toda relación con sus amigos y su ayuda en caso de necesitarla? Pues bien, ésta es la situación de todos aquellos que renuncian a alimentar en su alma sentimientos que les pondrán en relación con el Cielo: son abandonados a ellos mismos, sin ayuda exterior.

Los humanos creen generalmente que su lucidez, su buen juicio y sus intuiciones sólo dependen de ellos mismos, que son los únicos autores, y que sus cualidades no pueden serles arrebatadas. Pero se equivocan. Son inspiraciones que reciben de las entidades espirituales. Es por ello que deben preocuparse de permanecer en buena comunicación con estas ayudas tan valiosas que les ayudarán a través de sus advertencias y de sus consejos”.

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta