Cada comida puede ser una meditación.

Tres veces al día para decir gracias por el alimento, para agradecer a la tierra y a las manos del hombre esa energía sin la cual morimos.

Tres momentos para estar en silencio y en bendición.

Cada día puede empezar a tener momentos mágicos si convertimos lo mecánico en sagrado.

Y poco a poco, si perseveramos, lo sagrado irá perfumándolo todo.

¿En qué pensáis cuando coméis? ¿En vuestros problemas financieros, en vuestras penas de amor, en la última palabra ofensiva que os han dirigido?… ¿Cómo pensáis en tales condiciones que podréis captar todas las energías que contiene el alimento? Estáis distraídos, dispersos, masticáis maquinalmente, y aunque vuestro organismo sea así sostenido y reforzado, en realidad sólo ha recibido los elementos más materiales, por tanto los menos vivificantes. No tenéis ninguna idea de todas las energías de las que podríais beneficiaros si supierais comer verdaderamente, en el silencio interior, concentrándoos en el alimento para extraer del mismo las partículas etéricas, porque estas son las partículas más beneficiosas. Así pues, durante la comida, intentad no pensar en nada más; como mínimo, durante media hora, dejad todo aparte, y concentrad vuestra atención en lo que ponéis en vuestra boca, con el fin de extraer de los alimentos las energías sutiles que contribuirán asimismo a modelar vuestra vida psíquica.

Omraam Mikhäel Aïvanhov (!900-86). Pensamientos cotidianos. www.prosveta.es