Hoy recibimos una preciosa invitación: trabajar el amor, la sabiduría, la verdad, la justicia, la pureza y la bondad.

Estas virtudes no nos piden alejarnos y aislarnos del mundo, al contrario, nos invitan a que las integremos en nuestro mundo.

Poco a poco, si insistimos en estas moradas, el aura se volverá intensa, brillante.


El aura es nuestro envoltorio sutil: cuanto más pura e intensa, mayor nuestra capacidad clorofílica.

Si, igual que las plantas, los humanos tenemos esa capacidad clorofílica de limpiar nuestro entorno, de purificarlo, de sanarlo.

Cada día nos da múltiples oportunidades para trabajar la sabiduría y no la ignorancia.

Y poco a poco la sabiduría nos habitará… y el aura resplandecerá.

Nos han regalado maravillosos dones.

El poder de los seres espirituales reside en el poder de su aura. Un gran Maestro es capaz de extender su aura hasta tal punto de tomar toda una región bajo su protección e impregnar al mismo tiempo el aura de los humanos que en ella habitan con el fin de introducirles una nueva vida. Sabe que sus posibilidades materiales son limitadas, pero psíquicamente son inmensas, y no tiene otro deseo que desplegar su aura para alcanzar y tomar bajo su protección el mayor número de criaturas.

Con su aura un Maestro espiritual trabaja también sobre la vegetación y actúa sobre las corrientes atmosféricas. También gracias a esta aura inmensa puede alcanzar incontables regiones del universo y es así como llega a una comprensión tan profunda de las cosas. Vosotros también podéis por vuestra parte desarrollar vuestra aura y volverla más intensa, más vibrante, pero esto supone que comencéis trabajando con las virtudes: el amor, la sabiduría, la verdad, la justicia, la pureza y la bondad.

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). “Pensamientos cotidianos”, Editorial Prosveta.  Imagen: “Young lama” (1945), pintura de Nicholas Roerich