El pensamiento de hoy se refiere a la posibilidad de que el Dios trascendente nos habite y dirija nuestras vidas.

También puede leerse en términos del Dios inmanente, es decir, nuestro Yo superior, nuestra alma.

Nuestra vida puede ser dirigida por el ego o personalidad o por el Yo superior o alma.

Las ruidosas personalidades de los humanos andan campantes por el mundo: las emociones y deseos incontrolados son prueba de ello cada día.


Las personas que intentar adecuar su vida a los dictados del alma son también numerosas, pero hacen menos ruido. Es un ejército invisible pero potencialmente muy potente.

Ese ejército nos llama para formar parte de una nueva humanidad que vive en contacto con su alma y a través de ella con su espíritu, que es lo mismo que decir su divinidad latente.

La oración, la contemplación, el silencio interior, son herramientas.

El alma nos llama a comprometernos con nuestros atributos divinos.

¡Qué hermosa esa llamada!

Hacer la voluntad de Dios, no es solamente obedecer a una autoridad superior, es también realizar un acto mágico. Sí, porque en el momento en el que os ponéis al servicio del Señor, todo vuestro ser está ocupado, reservado, cerrado a otras influencias. De este modo, todas las voluntades contrarias que se esfuerzan en seducirle para servirse de él no pueden hacerlo: está comprometido en otra parte.

Aquel que declara que no tiene nada que hacer con la voluntad de Dios se cree libre, pero se equivoca: como está abierto a todos los vientos, las voluntades de una multitud de criaturas visibles o invisibles, de humanos, pero también de elementales, de larvas, etc. empiezan a infiltrarse en él para utilizarlo. Aquel que no está ocupado por el Señor puede estar seguro que otros lo ocuparán, y acabará poniéndose al servicio de todas las voluntades más anárquicas y más perversas. ¿Acaso es esto preferible?

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86). Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta.  Imagen: Camino de Santiago, llegando a Uterga, Navarra, 17 julio 2012