«¡Cuántos viajeros hablan maravillados de las experiencias que han vivido en el desierto o en la cima de las montañas! Frente a la inmensidad, y dejándose impregnar por el silencio que reina en estos lugares, han tenido, dicen, la revelación de un tiempo y un espacio que no son el tiempo o el espacio humanos; han sentido una presencia que escapa a toda explicación, pero se ven obligados a reconocer como algo real, la única realidad.

¿Es imprescindible que se den tales condiciones excepcionales para vivir semejantes experiencias? La verdad es que, esta presencia que el hombre descubre en el seno del silencio, no cesa de manifestarse por todas partes allí donde el hombre se encuentra. Solamente debe acallar las voces discordantes de sus instintos, de sus pasiones, de sus pensamientos y de sus sentimientos oscuros, caóticos; el silencio que se instalará entonces en su ser interior, tendrá el poder de proyectarlo a otro tiempo, a otro espacio donde el saber divino de toda la eternidad que se halla inscrito en él, se revelará poco a poco a su conciencia.»

Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86), Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen: Camio de Santiago, vista desde O Cebreiro (Lugo),  14 de julio de 2015 (Bernadette Klaassen)